Compartir, es uno de tantos “hitos” que las madres y padres tenemos en la cabeza, y eso está bien.
El problema viene cuando para compartir, forzamos situaciones.
¿A qué me refiero con esto?
Pues que hay determinadas edades en las que compartir es prácticamente imposible, y en otras edades es bueno que no compartan.
“¿Cómo que es bueno que no compartan?”
Compartir desde la perspectiva adulta es: déjale esto que tu ya llevas un ratazo con él, tu amigo/a (o niño desconocido) acaba de llegar, así que se acabó.
Y así, del tirón, esperamos que se abra un halo de generosidad increíble en nuestro peque.
Seguramente ya me habrás escuchado en más de una ocasión decir, que no hay nada mejor que un niño para entender a otro niño. Pues con lo de compartir, lo mismo: debe haber “aprendizaje social”.
“Aprendizaje social… que no compartan… ¡¿qué es todo esto Indi?!”
Bien vamos por partes:
¿Por qué no debe compartir mi hijo o hija?
No es que no deba compartir así tal cual, pero dependiendo de su edad entiende que NO está preparado o preparada.
Para un niño o niña menor de 4 años se le hace complicadísimo tener que soltar un columpio, un juguete o lo que sea.
¿Qué puedo hacer entonces?
Por un lado, intentar que no te importe que el adulto del otro niño o niña te juzgue cuando digas cosas tipo:
– “Te apetece mucho jugar con X cosa de mi hijo, es realmente chulo ¿verdad? Lo que pasa es que ahora X está jugando y no le apetece compartir. En cuanto él/ella acabe le podemos preguntar”
O si hay cierta confianza con el otro niño:
– “Te apetece un ratito a ti X. Ya veo. Vamos a hablar con X a ver si podemos hacer turnos”.
“Turnos” es algo que niños y niñas pequeños entienden y aceptan mejor, porque eso implica que “siempre” me tocará a mi en otro momento. Frases como “comparte con X que tú ya has estado mucho tiempo” implica que “NUNCA” volverá a mis manos. Y aunque tu sabes como adulto que esto no es así, tu peque no.
Bien, y ahora vamos con el “NO compartir” y ya me pongo con el “aprendizaje social”.
Que respetemos que nuestro hijo o hija no quiera compartir, tiene más beneficios que prejuicios.
Si, aunque así a simple vista pueda parecer que no, dar ese tiempo de espera cuando son pequeños, implica ir afianzando los LÍMITES PERSONALES. Esos que ahora a ti como adulta te cuestan tanto ¿sabes?
Si, esto no quiere decir que no vaya a compartir jamás tu hijo o tu hija, pero hará falta “modelaje”.
Es decir, ofreceremos aquello que queremos ver:
-“Estoy comiendo manzana ¿te apetece?”
-“Si, un cachito”
-“¡Me encanta que podamos compartir y así disfrutamos los dos!”
Es un ejemplo breve, pero que te puede dar el contexto de lo que realmente es “enseñar a compartir”.
Si cuando comparto no hay disfrute, no estoy compartiendo, estoy cediendo parte de mi al otro.
Todo aprendizaje tiene que salir de mi hacia el niño, la ciencia infusa tampoco existe con “las cosas de la vida”.
Y por otro lado, conexión con el otro niño o niña.
Si, si no le cae bien, no compartirá, si le ha molestado, no compartirá, si lleva demasiado tiempo con ese niño o niña pude ser que tampoco comparta…
Sin conexión no hay opción (y a ti te pasa lo mismo).
Y ahora si me centro en el “aprendizaje social”.
Hay momentos en que es NECESARIO que los niños se lleven desengaños, frustraciones y alguna que otra “mala experiencia”.
Todo esto obviamente en ambiente “controlado”.
Entiéndase ya por adelantado, que no estoy planteando situaciones reiteradas en dónde el abuso por parte de otros iguales es obvio y necesaria la intervención a varios niveles.
Cuando dos niños tienen un conflicto, lo peor que podemos hacer es mediar.
Tan sólo hay dos casos en los que si o si debes interceder:
- Una obvia falta de herramientas sociales (esto sucede cuando hay falta de lenguaje, o experiencia previa)
- Contacto físico o agresión verbal (pegarse o insultarse es línea roja siempre)
Pero salvo en estos dos casos, es mejor que aprendas a sostener el malestar que eso le pueda producir a tu hijo o hija, que interceder ante conflictos que son suyos.
Entonces, que tu hijo o tu hija no comparte… probablemente otros niños no compartirán con él o con ella y eso no le va a gustar.
Frases como “Ves, es que como tú no compartes, ellos ahora no quieren hacerlo contigo”, no sirven para nada más que para acrecentar el malestar del niño o la niña. Ya se ha dado cuenta de este “dato tan audaz”, porque además se lo habrán dicho.
¿Cómo se debe sostener?
“¿Te ha molestado que no quieran compartir contigo? Realmente es triste que los demás no quieran compartir”. Y ya está, poco a poco irá viendo qué necesita para que esto ocurra menos veces. Pero ponernos de mediadores y con el “debes compartir”, no ayuda.
Eso sí, cuando realmente haya algo que “es para compartir”, hay que dejarlo claro previamente: “Si, estos helados son para después de comer. Para ti y los primos, para compartir con ellos”.
Y si viene la rabieta porque quiere dos y tan sólo hay uno para cada uno, sostenerla.
Por último, obviamente cuando comparta hacerle saber que eso está bien: “Veo que has compartido con este niño. Ahora es más divertido”
Lo que sienta tu hijo o hija ante estas situaciones, siempre es adecuado; otra cosa es que debamos corregir el comportamiento.
¿De qué manera?
Te cuento anécdota personal:
Una amiguita de mi hija vino a jugar a casa un viernes cuando todavía había colegio.
Ya a eso de las 20,30h la amiguita le dijo “¿vamos a jugar a tu cuarto?” Y mi hija roja como un tomate del enfado le gritó: “¡Que te vayas a tu casa!¡No quiero jugar contigo más!”. Claro…ahí pensé, “andamos bien de límites, andamos mal de formas”.
Y cuando despedí a la madre y a la niña, me fui al cuarto y mantuve una conversación breve con mi peque:
“Cariño, la próxima vez que estés cansada intenta decírmelo y aviso a la mamá de X para que venga antes. Está bien que tú quieras descansar y estar sola. Vamos a intentar la siguiente vez, no gritarle a la amiga, porque eso no le sienta bien y seguro que te apetece que venga más veces”
Después de repetirse esto en varias ocasiones, ya no sucede (aunque no descarto que en algún momento pase, son niños…). Pero si que es cierto, que han sido sus propias amigas las que le han dicho “Bueno, creo que ha llegado la hora de irme para casa”.
Ver que los demás también tienen límites es bueno para nuestros hijos e hijas.
Que yo intercediese “no tranquilas, ahora se le pasa y seguís jugando”, no sería respetuoso con ninguna de ellas.
El aprendizaje social, se puede llevar a cualquier conflicto que tengáis en casa.
Hay cosas que por mucho que nos empeñemos los padres, hasta que otro igual no se lo hace saber, no llega el aprendizaje.
Así que ya sabes: dale tiempo y espacio a las cosas, seguro que tu hijo o tu hija, si en tu casa la generosidad está presente, será generoso, amable, colaborador y tantos otros atributos que, si los ofrecéis desde la más estricta sinceridad, calarán en vuestros hijos e hijas.